Hay comuniones y comuniones. La de hoy es de las más bonitas y con más
detalles que hemos hecho. Reconozco que nosotros nos entregamos al 100%
(como siempre) pero los padres de las niñas (eran tres) se lo curraron
muchísimo, y se notó.
La Alquería Machistre, en plena huerta de Alboraya, era el enclave
perfecto, con ese aire rústico tan suyo y original, con esos objetos
antiguos relacionados con la labranza de los campos, con su salón
conservado a conciencia igual que hace 400 años…
Todo estaba muy cuidado: regalos con los nombres de los niños colgados
de un limonero con cuerdas y pinzas, libros de firmas personalizados
hechos a mano con tela de saco, cada niña de comunión con el suyo;
kiosco de chucherías con maletas y búcaros vintage, 200 globos donde
escribir deseos y lanzar al aire... Me encantó el aperitivo de los niños
que se preparó aparte, en una mesa con conos de colores llenos de
chips, cajas con palomitas, cuencos con aceitunas…
Los manteles arena y los centros con capazos, flor blanca y flor seca
morada combinaba perfectamente con la
alquería.
El hilo conductor era el mundo de la hadas y la empresa de animación recibía a los niños dando varitas mágicas. Un mundo de fantasía en el que no faltaban los unicornios.
La tarde fue de lo más animada: merienda dulce con carrito de horchata,
café y limón granizado, helado de leche merengada, fartons, briochitos
de jamón, barra de mojitos, de ginebras Premium, rincón de espumosos…
todos relajados y sin horario…
Y como siempre, una pequeña muestra.